En el corazón agrícola de San Pedro, en la comuna de Melipilla, se encuentra el predio de Paolo Jerez, joven agricultor que desde hace dos años trabaja de forma independiente cultivando frutillas de variedad Monterrey en un terreno de casi dos hectáreas. Aunque su incursión en la agricultura es reciente, su vínculo con el campo viene de familia: su padre, tío, abuelo, suegro y cuñado también se dedican a la producción de esta fruta, tan característica de la zona.
“Acá en San Pedro el tema de la frutilla es muy cultural”, comenta Paolo, quien hoy participa activamente en el proyecto “Agricultura Sostenible en Acción” impulsado por AFIPA junto a CropLife Latin America. La iniciativa busca acercar las buenas prácticas agrícolas y tecnologías a pequeños agricultores a través de huertos piloto, como el de Paolo, que sirven de ejemplo para otros productores de la zona, con el objetivo de lograr una producción más sostenible.
San Pedro: tierra ideal para el cultivo de frutilla
El sector de San Pedro es reconocido por su clima óptimo para el cultivo de frutilla, “esto permite que alcance un alto grado Brix, es decir, un mayor contenido de azúcar” explica Paolo. Esa dulzura distintiva, combinada con la tradición agrícola del lugar, convierte a esta zona en un referente en la producción de frutillas.
Paolo explica que su producción se divide en tipos de calidad: la frutilla de primera calidad es de mejor calibre, buena forma y tienen la mejor calificación “esa que a uno le gusta servirse con crema, las que ocupan en las tortas” dice. Ésta se vende fresca y embalada en cajas de siete kilos con destino a ferias en la Región de Valparaíso. También está la segunda calidad y que es más pequeña o con formas irregulares, la cual se destina a la agroindustria para la elaboración de productos procesados, entre otros.
Actualmente, Paolo cultiva una hectárea en su segundo año de producción y una nueva hectárea en primer año, lo que en promedio puede rendir hasta 60 mil kilos por hectárea por temporada, entre octubre y febrero.
Desafíos del cultivo y el rol de la cooperación
El cultivo de frutilla exige atención constante: “Es una planta delicada, hay que estar encima, nutriéndola, viendo qué le falta. Cualquier plaga afecta el rendimiento”, comenta. Entre los principales desafíos que enfrenta, destaca la arañita bimaculada y la arañita roja, plagas persistentes que requieren monitoreo continuo y aplicaciones precisas de productos fitosanitarios.
En ese proceso, Paolo cuenta con el apoyo técnico de INDAP, del cual es usuario. Gracias a este vínculo, recibe asesorías periódicas de un agrónomo, quien lo guía en el diagnóstico de plagas y el uso correcto de productos para su control. “La asesoría de INDAP es fundamental para mí”, afirma.
Además, es miembro activo de la cooperativa de pequeños agricultores Coo Fruit, donde 28 productores se agrupan para acceder a insumos a mejor precio y compartir conocimientos. Esto le ha permitido aportar a su familia –también dedicada al rubro– con información actualizada y productos más eficientes. Aunque cada uno trabaja en su propio predio, la colaboración familiar es clave, sobre todo al compartir mano de obra y experiencia.
Un campo piloto hacia la sostenibilidad
El proyecto “Agricultura Sostenible en Acción” ha significado para Paolo una oportunidad concreta de mejorar su gestión agrícola. “Yo no estudié agronomía, estudié ingeniería civil, pero por la pandemia me quedé en el campo. Y muchas veces hago las cosas al lote, sin mucho orden. Espero que ser parte del proyecto me ayude a ser más eficiente y ordenado, a usar bien los productos y a manejar mejor las plagas”.
Uno de los avances concretos es la implementación de una bodega con todas las normas vigentes para el almacenamiento seguro de productos, un aspecto que antes tenía al debe. “Con AFIPA estamos trabajando para que todo esté en orden, yo antes almacenaba las cosas, pero desordenadas, entonces, que AFIPA junto a INDAP me apoyen, y poder aprender a utilizar de buena manera todos los productos es una gran ayuda en todo sentido”, señala.
El objetivo del proyecto es hacer de su predio un ejemplo demostrativo de buenas prácticas para otros agricultores de la zona y de otras regiones del país, demostrando que, con acompañamiento técnico y acceso a información, es posible avanzar hacia una agricultura más segura, eficiente y sostenible. “Lo importante es demostrar que no es tan difícil”, destaca Paolo.